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jueves, 18 de noviembre de 2010

El seminario logroñés "esconde" un gran fresco de Arteta que Uribe redescubre

Uribe destaca en su obra el "infierno" que supuso para Arteta pintar el fresco del ábside de la capilla mayor del seminario de Logroño y la relación que mantuvo con Ricardo Bastida, arquitecto de este edificio, y con el obispo de la diócesis riojana Fidel García.

El actual secretario general de la diócesis, Justo García Turza, ha resaltado, en declaraciones a EFE, que este "magnífico" fresco de Arteta, situado en "el corazón del seminario", simboliza el mandato de Jesús a sus apóstoles de predicar el Evangelio.


Kirmen Uribe (Ondarroa, Vizcaya, 1970) desvela algunas de las cartas que intercambiaron Bastida (Bilbao, 1879-1953) y Arteta (Bilbao, 1879-México, 1940) durante la construcción del seminario logroñés, por encargo del obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño Fidel García (Soto y Amío, León, 1880-Logroño, La Rioja, 1973).

"El trabajo se convirtió en un infierno para Arteta. El obispo que gobernaba el centro no se fiaba demasiado de aquel pintor agnóstico y no le dejaba trabajar en paz. Arteta lo pasó mal y eso se refleja claramente en las cartas", escribe Uribe.



El fresco de Arteta data de 1929, ocupa unos 140 metros cuadrados y representa treinta figuras, entre las que destacan, en un ambiente desértico, Jesús con sus doce apóstoles, la Virgen, los evangelistas y la Santísima Trinidad, entre otros.

Ante las interferencias del prelado, el pintor pide ayuda a Bastida y se queja al arquitecto de que el obispo "se entromete" demasiado en su trabajo.


El pintor y el obispo discreparon sobre la imagen de la Virgen, tanto por el lugar que debía ocupar en el fresco como sobre su configuración, hasta el punto de que Arteta tuvo que repetir la virginal cabeza cuatro veces.

"La primera cabeza que pinté parece que le gustaba al señor obispo, pero me dijo que la encontraba pequeña, mezquina y, en un párrafo fervoroso, me realzó la importancia de la imagen. No tuve más remedio que agrandarla", precisa Arteta en la novela de Uribe.

Más tarde, el obispo, al darse cuenta de que la figura de la Virgen era mayor que la de los apóstoles, argumentó que las figuras de los hombres no podían ser más pequeñas que la Virgen" y preguntó al pintor: "¿podrá usted agrandar los dibujos, verdad?".

Arteta contó a Bastida que no le importaba repetir y corregir "cien veces", pero que le apenaba que, además de "estropear" la obra, el obispo no valorara el esfuerzo que exigía su trabajo.

También le confesó al arquitecto que había cedido ante el obispo y que colocaría a la Virgen justo en la mitad, aunque "se consuela" al considerar que "no quedará tan mal".

El arquitecto, según Uribe, le aconseja que sea tenaz, que persevere porque "si el obispo comprueba que aguanta con firmeza, le dejará en paz y no volverá a inmiscuirse en su trabajo" y le confiesa que a él le ocurrió lo mismo cuando le presentó los planos del edificio, que al final aceptó "tras una dura batalla".

El obispo García, recuerda el actual secretario de la diócesis, impulsó el seminario e hizo un seguimiento personal de las obras, pero entiende que no pudo obligar a dos grandes profesionales como Bastida y Arteta a hacer algo que no quisieran.

García Turza asegura que el estado de conservación del fresco, al que los seminaristas y sacerdotes tienen "mucha devoción y admiración", es en general bueno, aunque presenta desde hace "muchos años" algunas grietas originadas por el paso del tiempo que no requieren una intervención urgente.

El sacerdote, que estudió en este seminario, del que fue formador, cuenta que Arteta, para pintar las caras del fresco, se fijó en personas que trabajaban en el edificio, de forma que, por ejemplo, San Matías refleja el rostro del obispo García.

Fuente: www.efe.es


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