
La gota resbala sobre su inconsistente suelo verde e inicia un nuevo recorrido de descenso sin kayak incluido. Tras varios golpes entre ramas y hojas, termina sus pasos en la tierra, dura y fría, sin consuelo. La permeabilidad del subsuelo animará a la gota a dividirse en sus pequeñas partículas iniciales, que no moléculas, que impregnarán el pulmón natural de la Tierra, quien por fin despertará de su sueño, y respirará.
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