Capítulo II. Recibire, ooo, sorpresare uooo.
Tras el brusco impulso que supuso el sonido del timbre en su relajado pulso cardíaco, Carmela se incorporó desde el sofá y se aproximó a mirar por la pequeña mirilla de la puerta de su apartamento. Tras varios intentos fallidos, la luz tenue del pasillo acababa de apagarse antes de que ella alcanzara la puerta, decidió preguntar con voz tímida:
- Arsa pallá, ¿quién anda ahí?
- Soy Acueductos. ¿Me abres ya enana inmunda o tengo que esperar que el Betis suba a primera?
- Voy, voy - dijo apresuradamente mientras abrí la puerta. Justo apareció ante ella el extraño invitado, no tan desconocido para ella los últimos meses, intentó en vano recriminarle los apelativos de tamaño reducido de su persona - ¡qué es eso de enan...! - sin dejarla terminar, Acueducto la besó mientras cerraba la puerta.
Acueductos, ¿qué se podría decir de este sujeto? joven, elegante, apuesto... apuesto poco porque sea importante para esta historia los romances de Carmela, pero bueno, al fin y al cabo es ella que decide qué aparece y qué no. Esperemos al menos que los momentos íntimos no los libre a modo de revista para adultos (lo mismo eleva el número de visitantes, no lo descartemos, no lo descartemos).
- ¿Qué es esa carta Kris? - dijo Acueductos mientras se acercaba a la pequeña mesa junto al sofá y señalando el sobre recogido por Carmela hoy.
- Bah, algún tipo de herencia de mi abuelo loco imagino.
- No sabía que tuvieras un abuelo loco - dejó caer a modo jocoso Acueductos.
- Hay muchas cosas que no sabes de mí pequeño bastardo.
- Ya veo, ya. ¿Y no sabes qué has heredado? ¿dinero, joyas?
- No lo sé, me citan en un bufete de abogados. Espero que al menos sea libre y me pueda poner ciega a gambones.
- ¿Qué?
- Todo hijo, todo.
La cara de extrañeza de Acueductos ante tal conversación absurda le hizo desistir en conocer qué le había querido decir Carmela.
- Pues yo venía a decirte que he conseguido vacaciones para la semana que viene. He reservado un pequeño hotel en Granjare, al sur de Tinkiwinkie. No creo que tengas muchos problemas para convencer a Vico, además te mereces unas vacaciones.
- Vale, me parece bien. Mañana te lo confirmaré. Y ahora a la cama.
- ¿A qué?
- Descúbrelo tú.
Se abre un nuevo día en Po y nuevamente la lluvia hace acto de presencia. Otro día más para Carmela y su duro trabajo en la carnicería de Vico. Este día deparará al menos un pequeño impulso novelero en su vida, hoy se presentará en el bufete.
- Buenas tardes. He venido porque recibí una citación por motivo de una herencia - dijo Carmela a la secretaria de la entrada de la oficina del bufete.
- Espere un segundo. ¿Me podría decir su nombre?
- Carmela Kristine Jones de Todos los Santos.
- Un segundo señorita Jones. ¿Podría esperar en aquella sala del fondo?
- Gracias.
Según avanzaba hacia la pequeña sala de espera, se sorprendía del estilo barroco muy recargado de todas las paredes del edificio. Tras una breve espera en la sala, la secretaria apareció ante ella y con una breve sonrisa la invitó a coger el ascensor de la entrada hacia la segunda planta.
Carmela cogió el ascensor y mientras subía notó un pequeño estremecimiento en su cuerpo. Probablemente fuera asociado a la incertidumbre, pero no consiguió quitarse ese pequeño nerviosismo que se había apoderado de ella tras el estremecimiento del ascensor.
- Buenas tardes señorita Jones, bienvenida. Soy Roberto Muroerto. Acompáñeme hasta mi despacho. ¿Qué días más malos verdad?
- Sí, sí. Esperemos que pase pronto - dijo en voz baja Carmela.
Una vez accedieron al despacho del abogado y tomaron asiento, Roberto Muroerto sacó una pequeña nota de su escritorio y le comentó a Carmela que el señor Mark Jones, su abuelo, había decidido en su testamento repartir todos sus bienes a dos personas, un hijo suyo, Lenders Mark, y su socio empresarial Tomato Frit. Interrumpiendo al abogado, Carmela no pudo resistirse:
- ¿Y qué pinto yo aquí? - dijo extrañada.
- Es más complicado de lo que parece a simple vista. Su abuelo Jones decidió además, una vez se hubiera repartido la herencia, que su abogado, yo, abriera una carta, la que tengo en mi mano y se la entregase en persona a usted. Aquí tiene - dijo Roberto mientras le entregaba un sobre antiguo con anotaciones por todos los rincones de éste.
- ¿Y por qué quedaba fuera del reparto de la herencia? No lo entiendo bien.
- Yo tampoco lo entiendo y no tuve conocimiento hasta que se me hizo entrega de mi parte de la herencia, este sobre y una nota con las instrucciones para su entrega hacia su persona, como acabo de hacer.
- ¿Y por qué está abierto?
- Así se encontraba cuando se hizo la apertura de la caja fuerte.
- ¿Tengo algo qué hacer?
- Simplemente firme aquí señorita Jones - balbuceó el abogado aproximando una pequeña hoja con numerosas frases legislativas pomposas e ininteligibles.
- Gracias. Adiós buenas tardes.
- A usted. Que tenga una buena tarde.
Mientras salía del edificio, no paraba de pensar para sí lo absurdo de todos los sucesos que habían hecho acto de presencia en su vida estos dos días. ¡Qué extraño todo! Al llegar a casa y mientras busca en su bolso las llaves del apartamento, nota algo raro en la puerta, como si tuviera un brillo extraño. Intenta apoyarse lentamente sobre ella y la puerta cede... está abierta.
Qué bien!! Mañana nuevo capítulooo!!jejeeee
ResponderEliminar¡Ya está preparado! Espero que te guste... cada vez se pone más serio, esto empieza a parecerse a "Los hombres de Paco" xD.
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