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lunes, 18 de enero de 2010

Círculos y Dragones (primera parte)

Capítulo I. Porque una carta es una, carta es una carta, es una carta.

Otro día lluvioso, y con éste una nueva semana lluviosa en Po. Parece que no hay tregua, o no al menos para esta pequeña localidad de Juntelar, cerca de Van Der Frac Asado, al noroeste del país.
Carmela sale desde su pequeña buhardilla en Taim Escuer para encontrarse con la gélida brisa en el rostro. Llega tarde. La profesión de auxiliar de carnicería no ha calado lo suficiente en su ser, al menos no de momento.
Atravesando Litel Rodando y con toda la ropa bastante calada, se escurre rápidamente entre las cortinillas de la carnicería y entra.

- Buenos días Carmeli de mi corazón - vocifera a modo de speaker Vico, el dueño del local.
- Sí, eso, buenas - responde Carmela algo apagada. Piensa para sí cómo puede existir alguien como Vico, alegre hasta en el peor de los días y con vitalidad, demasiada vitalidad.
- Por cierto llegas tarde. ¿Y ese filetito? ¡Para ti! jajajaja - todo un estruendo de palabras, gritos y risas que consiguen salir a regañadientes por la enorme boca deformada de Vico.

Carmela no se molesta ni en contestar, está más que acostumbrada a las bromas absurdas y principio de desdoble de personalidad que posee Vico. Sabe que le ha echado la bronca por llegar tarde, a su modo, que han traído una pieza de vacuno bastante grande y que por tanto ella va a tener un duro día.

- ¡Ay campanera! Niña, esta mañana temprano Vitorio ha traído carta para ti. Parece urgente, o no, o no sé qué me contó. Creo que era de Salamanca dando gracias a Dani, o yo qué sé. Encima de la mesa del solaun está - Vico tenía la costumbre de poner nombres a los muebles y enseres aludiendo a cualquier objeto que hubiese cerca en el momento que su mente decidiera ser un buen día para nombrar o renombrar cualquier cosa. Por lo visto algún día pasado fue bueno y Carmela no tuvo la suerte de estar presente.
- ¿Solaun? - dijo con excepticismo Carmela, son muchos meses al lado de Vico pero no los suficientes.
- Sí, sí, en el almacen.
- ¡Ah! vale, gracias Vico, intentaré pasarme luego en el desayuno.
- ¡A ti todo! ¡podemos!

Hagamos un inciso. ¿No tiene usted miedo de Vico? A mí personalmente me está dando un no sé qué por el cuerpo, pero al fin y al cabo es la vida de Carmela. Sigamos pues con los hechos.

Transcurriendo los minutos, y con ellos las horas. A mediodía, Carmela entró en el almacén y tras rebuscar en todos los muebles y despensas logró alcanzar una pequeña hoja en lo más alto del estante más alto jamás contado, es decir, muy alto. Le sorprendió muchísimo que el remitente fuese de un despacho de abogados, pero no le quiso dar mucha importancia, ya que no había cometido muchos delitos el último año, y se puso en marcha hacia el edificio de correos.

El tiempo había amainado aunque no se vislumbraba ni el más ligero ápice de pronto sol, a lo sumo algún rayito que escapara de las malévolas intenciones de maese lluvía exagerada.

No tardó mucho en alcanzar el edificio y menos aún en que fuera atendida; otra cosa fue encontrar el dichoso sobrecito.
- ¿Una citación? ¿Herencia? ¿su abuelo perdido Mark Jones? Con mi suerte seguro que heredo alguna deuda - decía para sí Carmela algo perpleja - Ojalá que llueva dinero en mi saca, aunque probable que encuentre problemas "pa mí" - su inmejorable acento andaluz, aprendido tras muchos años duros de oposición en la academia Potequiya resultaba perfecto para la situación.

Toda la tarde estuvo dándole vueltas, siempre que Vico le daba un respiro, a la carta. Su abuelo Mark Jones... había oído muchas cosas y no muy buenas toda su vida, pero jamás llegó a conocerlo.

Ya en su casa de noche, tumbada en el sofá y viendo sin ver la televisión, seguía dándole vueltas a la citación, a su desconocido abuelo. Carmela miró nuevamente de reojo la carta y cuando la volvió a dejar caer sobre la mesa, como ya había hecho varias veces a lo largo de la noche, se fijó en un detalle del sobre. ¡La fecha! estaba sellado en 2011, el año que viene, ¡qué raro que se les haya pasado en correos! justo cuando acerca su dedo nuevamente a la carta... llaman a la puerta.

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